Tutores deben adaptar su paternidad con su trabajo, mientras enfrentan prejuicios
En la Ciudad de México hay 97 mil 846 padres solteros, de acuerdo con el Inegi y para muchos de ellos, como Daniel Betanzos, Luis Martínez y José Ángel Sangrador, combinar la paternidad con el trabajo es un desafío diario, sin embargo, han tomado la decisión de darles a sus hijas la mejor vida posible: una vida donde la confianza y la comunicación sean la base de todo.
Cada uno ha desarrollado su propio estilo de ser papá, han aprendido a cocinar, a peinar a sus hijas, a entenderlas en su niñez y adolescencia, pero también piden que la sociedad deje de juzgarlos y que, en las escuelas, las madres de familia permitan su participación, dejando atrás el prejuicio de que “no saben de esos temas porque son hombres”.
Además, señalaron que nunca han visto información clara sobre apoyos económicos dirigidos a padres solteros y consideraron que debería haber mucha más difusión por parte del gobierno local.
Uno de estos apoyos es el Programa de Apoyo para el Bienestar de Niñas y Niños, Hijos de Madres Trabajadoras y Padres Solos, que ofrece un apoyo económico bimestral que puede variar entre mil 600 a tres mil 600 pesos, dependiendo de la edad del menor.
Aparte de los recursos económicos, José Ángel subrayó que lo que más necesitan de las autoridades son herramientas formativas.
“Yo he tenido que aprender a cuidar a mi bebé leyendo mucho, investigando de la alimentación (…) pero sería maravilloso que hubiera talleres”, contó.
Daniel Betanzos, fotógrafo de Excélsior, tiene 39 años y está a cargo de sus hijas Elisa, de nueve años, y Regina, de 15 años.
Cada día se levantan a las 5:00 horas para prepararse e ir a la escuela y al trabajo. Desde temprano, el diálogo es parte esencial de su dinámica.
“Desde la mañana hay un diálogo entre nosotros, es algo que sí me preocupa (…) sobre todo el tema de motivarlas”, subrayó.

Hace cinco años que Daniel asumió por completo la crianza de sus hijas y con Elisa conversa constantemente para fortalecer su autoestima.
Con Regina, en plena adolescencia, ha establecido reglas claras: puede salir con amigos, siempre que cumpla con sus tareas.
“(Yo era) travieso, hiperactivo, el deporte era lo mío y mis papás nunca tuvieron esa dicha de que estuviera en el cuadro de honor (…) pero con Regi me pasó lo contrario, (en) cada entrega de boletas en la secundaria me entregaban un diploma por los buenos resultados de ella”, narró.
Cuando Daniel y su exesposa se separaron enfrentaron momentos difíciles, por lo que ayudó a sus hijas a salir adelante con actividades recreativas.
“Al principio sí hubo un poco de depresión, tristeza y no entendían lo que sucedía, allí fue donde las apoyé”, contó.
Georgina Olson
José Ángel Sangrador es ingeniero, tiene 26 años y tiene una bebé de ocho meses, Ema.
A diario la lleva al trabajo, pues desde diciembre enfrenta la paternidad en solitario, tras la muerte de su esposa.
“Yo me dedico al 100% a mi nena y me la llevo al trabajo, porque el Congreso (capitalino) me lo permite, porque realmente no hay quien me pueda apoyar (a cuidarla) durante la noche (…) son cinco horas que trabajamos de las 3:00 horas a las 8:00 horas, salimos de casa a las 2:20 horas”, compartió José Ángel, quien labora en el área que elabora la síntesis informativa.
“Con el paso de los días, ya se acostumbró a los compañeros, ya los escucha y se duerme”.
De regreso a casa se duermen un rato y más tarde la bebé juega en su corral, mientras José Ángel estudia otra ingeniería en línea.
Reconoció que, tras la muerte de su esposa, “lo más difícil ha sido acostumbrarme a estar sin ella”, pero antes de morir, ella le dejó un mensaje.
“Creo que ella fue una persona bastante madura en prepararme y decirme ‘ve por ella (Ema) y ve por ti, no te quedes atrás y no te quedes sufriendo por mí todo el tiempo, porque eso te va a hacer daño’”, compartió.
Para José Ángel, ser papá ha sido una forma de transformar profundamente su vida, pues de pequeño no tuvo a su padre junto a él y su madre lo crio sola. Ahora su mayor anhelo es que, cuando su hija crezca, le diga a todo el mundo “mira: él es mi papi”.
Georgina Olson

Aprendiendo a ser papá en la marcha
Luis Martínez, de 49 años, tiene una hija de 15 años y se hace completamente cargo de ella desde hace 10 años, cuando se separó de su esposa.
“Cuando mi hija nació, yo quería alimentarla, quería dormirla, quería cambiarla y ella se acostumbró mucho a mí. Entonces, cuando desgraciadamente llega el momento de separarme de su mamá, pues la niña estaba muy apegada a mí y yo moría por ella”, detalló.
“Comúnmente los niños se quedan con la mamá y los padres, pero yo quise romper ese esquema por el amor que le tengo a mi hija (…) platiqué con su mamá y llegamos a un acuerdo”.
Luis, quien se dedica a vender publicidad, asumió todas las tareas del hogar, desde prepararle el desayuno, llevarla al kínder, al médico, a clases vespertinas. A lo largo de los años, tuvo que aprender a cocinar.
“Al principio era más fácil comer en la calle, que estar cocinando, hasta que un día mi hija me dice ‘papá ya no quiero restaurantes (…) así que empecé a inventar muchas cosas, Regina era mi conejillo de indias”, relató.
Regina es adolescente y Luis admitió que ponerse de acuerdo es, en alguna ocasiones, complicado.
Ella ve a su madre los fines de semana y ambos padres mantienen comunicación para tomar decisiones juntos.
Luis reconoció que, cuando Regina era pequeña, la molestaban por la separación de sus padres.
“Le decían cosas del tipo ‘¿Cómo que vives con tu papá? Cuando los papás se divorcian, los niños se van con la mamá”, indicó.
Luis considera que aunque los prejuicios han disminuido, falta empatía hacia las familias no convencionales.
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