No hay otra banda que haya cruzado tantos géneros y épocas sin perder identidad. Gorillaz cumple 25 años y su historia va mucho más allá de una gira de aniversario.
En un panorama musical donde la sobreexposición es norma y la imagen personal suele ser inseparable del éxito, Gorillaz hizo lo impensable: construir una carrera legendaria sin mostrar rostros humanos, lo que comenzó en el año 2000 como una parodia animada del pop superficial de MTV, se transformó en una de las propuestas más audaces, duraderas y emocionalmente complejas del cambio de milenio.
Este 2025, la banda creada por Damon Albarn y Jamie Hewlett cumple 25 años celebrando una gira con sus primeros álbumes y lo hace agotando boletos en tiempo récord. ¿Por qué esta banda virtual sigue siendo tan real para millones de personas?
El arranque: de Blur a la reinvención animada
No se puede contar esta historia sin mencionar a Damon Albarn, quien en los noventa lideró Blur, una de las piedras angulares del britpop junto a Oasis, Pulp y Suede, en una época donde los tabloides alimentaban su rivalidad con los hermanos Gallagher, pero mientras eso ocurría, Albarn ya se movía en otra dirección, la de un músico alérgico al estancamiento, porque Blur no se quedó en “Girls & Boys” o “Song 2”, sino que se aventuró en la electrónica, el krautrock y los sonidos africanos mucho antes de que la industria empezara a mirar hacia allá
El punto de inflexión llegó cuando conoció al ilustrador Jamie Hewlett, juntos concibieron Gorillaz como un acto de crítica al consumo vacío de la industria musical… irónicamente, haciéndolo desde dentro.
2-D, Murdoc, Noodle y Russel eran una banda falsa, pero el proyecto era real: una mezcla de hip hop, dub, electrónica, world music y melodías pop con invitados improbables y un imaginario visual poderoso.
¿Una banda animada? Sí. ¿Un fenómeno real? También
Lo extraordinario de Gorillaz es que, pese a su fachada animada, lograron conectar con emociones humanas: “Clint Eastwood” no fue solo un hit, fue un manifiesto; lo mismo ocurrió con “Feel Good Inc.”, “DARE”, “Stylo” o “On Melancholy Hill”. Las canciones no pertenecían a un solo género ni a una época fija; eran collages sonoros que representaban el caos del mundo contemporáneo y Damon Albarn, aunque escondido detrás de la voz de 2-D, era la fuerza detrás de todo.
La crítica los celebró, el público los abrazó, yganaron un Grammy, premios MTV, Brit Awards y varias nominaciones al Mercury Prize, pero lo más importante fue que se convirtieron en una plataforma de colaboración sin fronteras: De La Soul, MF DOOM, Del the Funky, Dan the Automator, Ibrahim Ferrer, Neneh Cherry, Bootie Brown, Roots Manuva… la lista es interminable.
El renacimiento de Gorillaz en pandemia
En 2019, después de una serie de conciertos que culminaron con una despedida simbólica en el Palacio de los Deportes de la Ciudad de México, parecía que Gorillaz había cerrado su ciclo pues Albarn había expresado que no estaba seguro de continuar el proyecto, pero llegó la pandemia, un encierro que forzó al mundo a repensarse y, en el caso de Damon, lo llevó de vuelta a su estudio, a su mundo interior, a esa esquina creativa donde los personajes de Gorillaz todavía esperaban.
Así nació Song Machine, un experimento de lanzamientos episódicos donde cada “capítulo” era una canción con un colaborador distinto, algo que fue una respuesta directa al ritmo de consumo musical actual, pero también una revitalización del proyecto. Albarn trabajó desde su aislamiento, sin prisas ni expectativas comerciales, ¿el resultado? una de las etapas más creativas y orgánicas de la banda, donde se notaba que el fuego seguía encendido.
Más allá de la música
Parte del secreto de Gorillaz ha sido que no se limitaron a la música, la banda ha sido también un experimento narrativo y visual, pues sus videoclips, animaciones, presentaciones en holograma y la expansión del universo ficticio a través de cómics y redes sociales, marcaron el precedente para muchas bandas que hoy intentan mezclar narrativa y música, pero sinceramente pocos lo han hecho con tanta coherencia y profundidad.
En ese sentido, el trabajo de Jamie Hewlett ha sido tan crucial como el de Albarn, ya que la evolución visual de los personajes ha reflejado el paso del tiempo, los cambios políticos, las tensiones generacionales, incluso esa ficción de Gorillaz ha servido como espejo de nuestras realidades, sin necesidad de rostros “verdaderos”.
Damon Albarn: el cerebro que nunca se cansa
Damon Albarn evita conscientemente caer en fórmulas o estancarse de manera creativa, porque no solo fundó Gorillaz y lideró Blur, también ha imaginado óperas como Monkey: Journey to the West, Wonder.land y Dr. Dee, ha compuesto supergrupos como The Good, the Bad & the Queen o Rocket Juice & The Moon, y más recientemente ha impulsado África Express, un proyecto que promueve el diálogo musical entre artistas africanos y músicos de otras latitudes, una iniciativa que en 2025 prepara un nuevo álbum con músicos mexicanos y talentos emergentes de distintos continentes, y que en otros artistas podría parecer dispersión, pero en Albarn responde a una lógica de vida: no pertenecer a un solo lugar ni a un solo sonido.
En el corazón de Gorillaz esa inquietud se tradujo en algo poderoso y su proyecto siempre ha sido más que un álbum o una gira: es un espacio abierto, una comunidad sonora donde lo global se mezcla con lo íntimo, lo digital con lo analógico, y donde los colaboradores no solo son invitados, sino coautores de una identidad cambiante, algo que podemos observar desde la batería de Tony Allen —el legendario músico nigeriano considerado arquitecto del afrobeat— hasta las voces de artistas pop, rappers underground o figuras legendarias del rock, todos han dejado huella en el sonido Gorillaz.

La fuerza de las colaboraciones
Hablar de Gorillaz es hablar de un archivo sonoro colectivo, la banda ha sido capaz de juntar a artistas de generaciones y mundos distintos en una misma canción y el resultado no es solo una suma de talentos, sino una visión amplia de lo que puede ser la música en el siglo XXI.
Por eso, las colaboraciones no son “featurings” al estilo de la industria actual, donde cada canción parece una transacción, en Gorillaz, la sinergia importa. Cuando Lou Reed cantó “Some Kind of Nature”, no era un cameo, era un diálogo; cuando De La Soul trajo su flow inconfundible a “Feel Good Inc.”, no estaban adornando una canción, estaban siendo lo principal; lo mismo puede decirse de artistas como Beck, Snoop Dogg, Bobby Womack, Kali Uchis, Slowthai y más recientemente, Thundercat o Bad Bunny.
Esta apertura ha sido uno de los motores de la longevidad del proyecto, Gorillaz no envejece porque siempre está mutando y, en ese sentido, el arte de saber elegir y combinar voces y estilos es también un acto de curaduría, uno que Albarn ha perfeccionado con los años.

Una nostalgia que no suena vieja
Ahora, en 2025, el regreso a los primeros álbumes no es solo una jugada de aniversario. Es también un ejercicio de reinterpretación. La gira por el 25º aniversario está enfocada en interpretar en vivo los álbumes Gorillaz (2001) y Demon Days (2005), dos trabajos que marcaron a una generación: el primero introdujo un nuevo lenguaje musical con sus sintetizadores oscuros, rimas de Del the Funky Homosapien y el romanticismo etéreo de “Tomorrow Comes Today”, el segundo se convirtió en un clásico contemporáneo con su crítica política, su oscuridad pop y su potencia melódica.
La respuesta del público no deja lugar a dudas: los boletos se agotaron en minutos, los foros se llenarán y la emoción no parece menor a la de los grandes shows actuales y aunque pudiera parecer que solo es la nostalgia, en este caso, no es puro recuerdo, es una confirmación de que muchas de esas canciones siguen resonando, tanto en jóvenes que las descubren por primera vez como en adultos que crecieron con ellas.
El poder de la ficción sonora —ese donde personajes animados pueden hablar con más claridad que los humanos reales— no ha perdido fuerza.
La Ciudad de México: un punto clave
No es casualidad que uno de los conciertos más importantes de su historia reciente haya ocurrido en la Ciudad de México, donde Gorillaz se despidió en 2019 con un concierto monumental en el Palacio de los Deportes.
México siempre ha tenido una conexión especial con la banda pues desde su primera visita la respuesta fue explosiva, y con el tiempo se volvió un público clave, tan es así que Damon Albarn ha elogiado en varias entrevistas la intensidad emocional de los fans mexicanos, pues ese concierto, que en su momento pareció el cierre definitivo hoy se lee distinto: fue un adiós temporal que dejó la puerta abierta, ya que la pandemia, con toda su carga de crisis y reflexión, terminó por reactivar lo que parecía dormido y lo hizo con más fuerza y libertad.
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